1 de noviembre de 2005

La revolución de los "bobos" (Pobres insomnes)

A veces, al despertarme, tengo la sensación de haber perdido algo durante mi travesía por el mundo de los sueños. Algo importante, precioso y reparador. Es como si el retorno a la vigilia fuese una muerte. La vida es la muerte y el sueño una vida ,tan real en su esplendor, que acaba por hacer creer al alma que allá esta el verdadero hogar. No sé. Es extraño. La gente no hace caso de los sueños, la mayoría ni siquiera los recuerda. Mala costumbre y ceguera del espíritu que nos niega el disfrute de un fenómeno cuya extrañeza abruma a todo ente atento a esas vivencias que se dan en medio de la noche, entre las sábanas acurrucados y fugitivos del mundo.
Yo, normalmente, tampoco recuerdo lo que he soñado. Pero sí, de vez en cuando, me despierto regenerado, mediante un misterioso proceso que opera durante el descanso nocturno. Menuda perogrullada, pensará alguno. Dormimos precisamente para descansar y afrontar en plena forma cada nuevo dia. No, mi pluma -inútil y voluntariosa- , intenta expresar y explicar otra cosa...¿maravillosa?, ¿inefable?, ¿quimérica sin más?. Puede que tan solo sean quimeras, pretensiones de un visionario frustrado y al que, demasiado a menudo, la vida se le hace pequeña. Creo que puedo usar palabras como: emoción, embriaguez, sensación de trascendencia. Lo cierto es que todo eso aporta un insuflo de vida, vida mayúscula, de seguridad y equilibrio emocional.

Este tipo de experiencias pueden confundirse con los llamados “viajes astrales”, especialmente las personas poco formadas que atribuyen cualquier ensoñación o estado onírico a una especie de desdoblamiento o separación del cuerpo físico, cuando en realidad todo ha sucedido en su mente. En una ocasión mi padre me contó su “viaje astral”: ese dia se había levantado con una inusual “sensación de vida”, totalmente descansado, pletórico, regenerado psíquica y físicamente. El hombre, ingenuo y cándido, me contó que ese estado de bienestar era consecuencia de un sueño en el que había tenido un encuentro con unos misteriosos personajes que le insuflaron toda esa vitalidad, según la apreciación de mi padre. Para él fue algo muy especial, me lo contaba como si fuera algo excepcional. Y, en definitiva, para él era “un viaje astral”.
A mi me pasa a menudo; son sueños llenos de cosas, situaciones, personajes, todo ello indefinido, que no puedes recordar con claridad...pero que te deja una huella. Y esa huella permanece todo el dia, como mínimo.

Algunos amamos tanto a los sueños, que casi nos pasamos el dia perpetuando la experiencia. Ello hace de ti un “alelado” o “bobo” a los ojos de otra gente y en determinadas situaciones. Yo siempre he sido un “alelado”, uno de esos bobos que absorbían el tiempo mirando las sombras de una pared o el majestuoso vuelo de un ave allá en el cenit, o el caer de la lluvia otoñal, los colores del cielo en un atardecer. Ser bobo y alelado es, por tanto, la clave de la perpetuación de la magia del mismo modo que soñar por las noches es la fuente generadora de ese “poder”.

Vivimos en una sociedad de insomnes. La muerte del sueño nos convierte en sonámbulos, lo cual supone todo lo contrario: una muerte perpetua, tanto en vida soñada como en la vida de vigilia. De ahí la desorientación e infelicidad de muchos seres. Merece la pena, pues, recuperar el hábito del buen dormir. Es, lo digo con socarronería, pero al dato, la felicidad de los bobos, los alelados, los que miran a las musarañas y los que saben perderse en la aventura de lo desconocido.
Como decía, es inefable. Lo que escribo puede antojarse más o menos críptico y “esotérico”, pero no es más que el fruto de noches bien aprovechadas. Y del cachondo mental que llevo dentro...

Ahora, me voy a dormir. Si hay suerte, encontraré un tesoro enterrado en algún rincón de mi inconsciente. Y mañana, al levantarme, estaré otra vez preparado.

A mi los soñadores, los artistas, los creadores, las hadas nocturnas y los hombres que caminan con la mirada alta y orgullosa.

A pesar de todo...

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