24 de junio de 2007

EL VIAJE A L'ORXA (COSAS DE LA NATURALEZA Y DEL ESPÍRITU)







Se acercaba la noche de San Juan y el verano nos venía con la amenaza de todos los años; la invasión de turistas y las fogatas junto al mar, que siempre dejan un manto de estiércol sobre la arena para dar la bienvenida. En la playa de Gandia se vive bien menos cuando llega el verano, y eso, sumado a las ganas de recoger bártulos y lanzarme hacia algún horizonte, fue lo que motivó la andadura en busca de lugares mágicos, o lugares “de poder”. Desde hace unos cuantos años que voy pateando las tierras del mundo rural circundante a mi hogar, sus montes, sus campos de cultivo y todos los caminos de baldosas amarillas que he podido hallar, los cuales siempre conducen al destino que me aguarda bajo la ermita, iglesia, monumento, ruinas o una fuente de agua que calma mi sed y me ofrece la compañía de sus sonidos al derramarse el chorro fluvial en un estanque o en la acequia del huerto. Si no tuviera nada que hacer, me dedicaría a eso hasta el fin de mis días: andar todos los caminos del mundo que conducen a una insospechada fuente de vida, pues mi destino no sería unívoco, sino que tendría tantos y tan desiguales como sendas hay sobre la tierra. Al final de cada camino -o de cada gran viaje - te espera una ciudad de esmeralda distinta, y aunque halles en ella la voz que indica lo que ya sabes - que en casa se está mejor que en ningún sitio - de lo que has saboreado, aprendido y pensado a lo largo del trayecto, nace una nueva vida, pues el ser que abre la puerta del hogar para reencontrarse con sus disfrutes y ritmos cotidianos ya no es el mismo que aquél que cerró la puerta para ir en busca de horizontes que cobran forma en una lejanía ensoñada.

En Villalonga, no muy lejos de Gandia (unos diez minutos en coche), se alza majestuosa la sierra de La Safor, un semicírculo en forma de corona dentada sugiere el trono de una reina que vigila imperturbable la vida de los lugareños desde hace milenios. La sierra de La Safor y todo lo que hay más allá de los impresionantes peñascos que la coronan, hasta el Benicadell, la Gallinera y la comarca del comtat, un indiscutible lugar telúrico para las almas sensibles, territorio de enorme riqueza floral, animal y geológica, es también un sendero de misterios, el simple y llano misterio de la naturaleza viva a los ojos del andariego que en cada paso se busca a sí mismo y escudriña el amplio abanico de posibilidades que ofrece un paisaje de curvas, colores y sonidos. Varias son las sendas que se escampan por el valle y por los barrancos que se abren paso entre cadenas de montañas, pero es uno el que mejor dirige y sustenta los pasos hacia el mejor de los destinos: la ruta que nos lleva a L’Orxa y que tiene su punto de inicio justo al pie de la mencionada sierra. Así pues, el pasado viernes, mochila al hombro y pies para que os quiero, me dispuse a recorrer los cerca de veinte kilómetros que separan Villalonga de l’Orxa, aprovechando un día claro y sin nubes, lo cual también auguraba la noche y el sueño bajo las estrellas, perdido en medio de cualquier parte, con mi saco de dormir como único refugio. Perderse y no saber dónde pasarás la noche en un ambiente de salvaje naturaleza, me excitaba la idea.

La senda en cuestión es la huella todavía visible de un pasado de viajes en tren, pues su recorrido sigue la trayectoria del antiguo tren Alcoy- Gandia, - popularmente conocido como la txixarra - y es parte de una red ferroviaria inaugurada en el 1892 con el fin de comunicar la costa con las zonas del interior, pasando por L’Orxa y hasta su destino final, el puerto de Gandia. El ferrocarril de Alcoy dejó de funcionar en 1969, y desde entonces se ha convertido en una de las denominadas “vías verdes” más bellas no sólo de la provincia de Valencia, sino del conjunto del territorio español.

Serían cerca de las cinco de la tarde cuando llegué al punto de inicio, acompañado por un amigo, antiguo camarada de pateos, pero ahora me tocaba marchar en solitario. Nos despedimos y fijamos la hora para que al siguiente día viniera a recogerme con su coche. “Ultreya”, le dije mientras me alejaba hacia el horizonte montañoso. Me hacía sentir peregrino y bohemio, que es lo que siempre he querido ser. Por lo menos, tenía por delante un día ,con su noche, enteros para disfrute de mi soledad, y también para ir fraguando mi propio viaje iniciático, a base de introspección y juego imaginativo. Y eché a andar con una sonrisa en la boca, como una felicidad bobalicona, y empecé a reírme de mí mismo mientras mi mente iniciaba el habitual parloteo: ¿A dónde voy y porqué estoy aquí? ¿Qué hago aquí solo?. Según iba avanzando, y el andar se iba haciendo más ligero con la praxis, las dudas desaparecían y me reafirmaba. Toda la belleza a mi alrededor me advertía de que estaba pisando terreno sagrado, y que aquel era uno de los paraísos hallados en mi temprana juventud, al cual retornaba ahora que los tiempos empiezan a cambiar y la madurez amenaza con la pérdida de la libertad y de la inocencia.

A menudo, al paso de mi experiencia, tengo la impresión de que nunca se ha escrito lo suficiente sobre la importancia del paisaje -entorno, para ser más concisos - en la formación de la personalidad. Somos nuestro entorno, sobretodo cuando aprendemos a amarlo porque es entonces cuando surge una íntima relación (una relación creativa) entre el yo y el mundo circundante. La ruta Villalonga- l’Orxa es un viaje iniciático en cuanto que su variedad paisajística, la fascinante disposición de sus relieves geológicos y los restos arqueológicos de aquella vieja infraestructura ferroviaria, la cual dejó a su paso el trazo de caminos sinuosos que penetran en las entrañas de la tierra mediante los túneles varios que el viajero encontrará a lo largo del periplo -tales sinuosidades vienen a ser metáforas del camino de la vida, igualmente incierto y misterioso -, constituye un magnífico estímulo que puede servir de catálisis para el potencial humano del que todos disponemos, pero no todos desplegamos. Transformación, evolución, descubrimiento. Uno no se pone a andar solo por placer, es su vida y su destino lo que va con ello. Por eso es imprescindible diferenciar el senderismo o el “ir a andar” como un mero deporte para “matar el tiempo”, del camino del andariego y del peregrino, que no anda por deporte, sino que es un estilo de vida y un estado del ser, y no “mata el tiempo”, sino que se lo bebe para convertirlo en eternidad. La eternidad, como tal, no existe porque somos perecederos. Pero sí existe un estado del ser en el que podemos sentir la eternidad, nosotros como parte de ella, o sea, del universo. “El tiempo es la imagen de la eternidad en movimiento”. Nunca he alcanzado dicho estado del ser, pero sí creo haberlo vislumbrado. Y a lo largo de la peregrinación a L’Orxa, a causa del mismo potencial que encierra el paisaje, las posibilidades aumentan.

Andaba yo siempre con el sol de cara, mientras éste iba descendiendo, según las horas pasaban, sobre los escarpados perfiles del poniente. De la magia y la riqueza geográfica y silvestre, pasamos a otro elemento indispensable: el fluir del agua. Por si fuera poco, el camino a L’Orxa va acompañado por el paso del río Serpis, o riu d’Alcoy, cuyo avance va paralelo a los pasos del andariego. Otra metáfora de la vida: nuestras vidas son como ríos que van a dar en la mar. En cualquier momento, el viajero puede hacer un alto en el camino, aprovechar algún senderillo - de los muchos que hay- para descender hacia el cauce, sentarse sobre las piedras junto al río, refrescarse un poco las manos y la cara, ver alguna trucha nadando o a familias de peces de minúsculo tamaño. Contemplar el fluir del agua y meditar la vida. Como hizo Siddhartha, escuchar las “voces” del río. Yo tenía pensado bajar a saludar al río, pero dado que tenía el tiempo justo para llegar a L’Orxa antes de que la noche se me echara encima, decidí dejarlo para el día siguiente, ya con mi temprano despertar a la hora del alba.

Cuando llegas al pie de la sierra de La Solana sabes que estas entrando en el término municipal de L’Orxa, repleto de cotos de caza y pesca por doquier. Es entonces cuando el espectáculo formado por los acantilados y los enormes peñascos de roca calcárea, las colinas pobladas de pino mediterráneo y las garzas silvestres que de vez en cuando alzan el vuelo con sus enormes alas, es entonces cuando se vuelve barroco y estremecedor.

No faltaba mucho para el atardecer, así que yo ya andaba preocupado y pensando en el lugar idóneo para plantar mi saco de dormir y hacer noche bajo las estrellas, lo cual no era sencillo teniendo en cuenta que casi todo el terreno es escarpado y pedroso, muy incómodo para las espaldas. Obviamente, no podía dormir tirado en medio del camino. No es muy frecuente, pero a menudo pasa algún ciclomotor o el jeep del guardabosques. No solo me interesaba hallar un terreno plano y libre de arbustos que molestaran a mi espalda tendida, también buscaba una altitud ideal para gozar de las vistas, ampliar los límites de los horizontes y así poder contemplar el mayor ancho posible del espacio sideral. Debido a esto, al llegar a un punto del camino en las inmediaciones del pueblo, me encapriché con una colina cuyo relieve estaba dispuesto de manera artificial por pequeños huertos abandonados, posiblemente dedicados, antaño, al cultivo del olivo o del almendro . Allí había espacio firme para colocar el saco de dormir y, además, si lograba ir escalando los márgenes de rocas, elevarme a la altitud necesaria para poder dominar las vistas de gran parte del valle y de la sierra. El problema era que dicho montículo estaba al otro lado del río, con que era cuestión de ir nadando o de encontrar algún puente que me permitiera cruzar hacia la otra orilla. Descendí por un camino que llevaba hacia el río, en busca del puente o de alguna formación de rocas en hilera. No había nada de eso, la profundidad del río, como mínimo, me cubría hasta las rodillas y no estaba dispuesto a mojarme con la ropa y la mochila a cuestas. Volví sobre mis pasos y reinicié la marcha.

Si mágica, por iniciática, es toda la senda que recorre los veinte kilómetros desde el pie de la sierra de la Safor hasta el pueblo que le da el culmen definitivo, mágico es el momento de llegada y entrada en el valle de L’Orxa, puesto que en la primera imagen, al doblar una curva entre dos peñascos, verás las ruinas del castillo de Perputxent, elevándose a trescientos ochenta metros, con doble recinto amurallado y situado sobre una montaña que baja en acantilado hacia el valle donde transcurre ,silenciosa y tranquila, la vida de los lugareños de aquel pueblecito oculto entre las montañas. El castillo de Perputxent es la reliquia del valle, y reina sobre él desde su altura y desde la evocación de siglos de historia. En su origen, fue construido por los musulmanes de Al- Ándalus, perteneció a Al- Azraq, el cual fue víctima y vasallo de la conquista y posterior reinado de Jaime I de Aragón. En el año 1269, el rey cedió el castillo a un tal Gil Garcés de Azagra. Posteriormente, el castillo pasó a ser propiedad de la orden de los templarios, lo cual alimenta el mito del lugar y de su legendario nombre.
Supe, de inmediato, que tenía que pasar la noche en un lugar que estuviera frente al castillo. Y otra vez, vi una colina dispuesta en márgenes de piedra que formaban huertos de cultivo en desuso. Sin pensarlo dos veces, comenzó mi ascenso a las alturas, solo que no llegaría tan alto como yo gustara, pues los muretes de piedra, junto con la maleza punzante y el peso de mi mochila, dificultaban cada vez más la posibilidad de llegar a la cima. Llegué a una cierta altura desde donde podía verse gran parte del valle, el castillo también lo tenía en frente y además encontré un terreno adecuado para acampar, de hierbajos secos que carecían de raspas y espinas punzantes. Limpiando un poco el terreno, apartando las pequeñas rocas, cortando algún arbusto aquí y allá, definitivamente era un buen sitio para dormir. Descargué la mochila y saqué el saco de dormir para tenerlo todo apunto. Acto seguido, busqué un buen sitio para sentarme, descansar y comer algo mientras contemplaba el atardecer. Hacía un poco de fresco y el viento arrastraba algunas voces, desde la lejanía del pueblo. La luna, en el cenit, dividía en dos el espacio sideral desplegado ante mis ojos. Y con sigilo, entre viento, voz y cielo, fui penetrando en la noche que ya todo lo oscurecía. El castillo templario tenía un aire siniestro, con la visión nebulosa de sus ruinas que parecían arrastrarse a lo largo y ancho del acantilado. Ya no podía ver nada definido, tan solo formas y sombras que se ocultaban en la noche, crujidos de ramas, algunos grillos, pájaros anidando en los ramajes, serpientes arrastrándose no muy lejos de mi. Estaba yo solo conmigo mismo y con la naturaleza hostil. Pude, por escasos momentos, sentir algo del miedo ancestral, el que sin duda experimentó hasta el paroxismo el hombre prehistórico y todavía desconocedor de la luz del fuego. ¿Cómo sentirse sino, cuando te abandona la luz del sol, en una noche sin luna, sin poder ver nada y sin poder defenderse de las fieras salvajes?. El miedo ancestral que los niños -y algunos adultos también - sienten cuando la madre apaga la luz de la habitación y se queda solo ante las sombras que lo envuelven, desconocidas, amenazadoras: un simple armario se convierte en la caverna del monstruo, el sonido de una cortina movida por el viento revela la presencia de algo o alguien que no sabemos qué o quién es. De igual modo, el hombre de la prehistoria, aterrorizado y acurrucado en alguna cueva, tiembla ante el sonido siseante de un reptil que oye pero no puede ver, una mínima variación en la densidad del aire, o ante el rugido de las fieras. Cuando uno toma conciencia de lo que aquel terror debía suponer para el hombre primordial, se vislumbra con claridad el gozo y la alegría experimentados con la salida del dios Sol, la Luz de un mundo sometido a los peligros de la oscuridad. Por eso, la religión solar es la semilla de todas las religiones posteriores.

Estas y otras cosas me vinieron al pensamiento mientras gozaba de la noche y sus misterios. Hay algo de prehistórico en aquel valle, mágico, que nos remite al hombre primordial, o yo al menos así lo sentía a causa de la naturaleza que me arropaba. Pensé también sobre mi juventud, la que ahora es pero ya no tanto como la de antaño, sobre lo que pudo haber sido y no fue...y sobre el olvido y el recuerdo. El recuerdo es un olvido atrapado en la melancolía, a causa de ello todo pasado es una ficción surgida de una mente que sufre. Pero sin melancolía no habría ni literatura ni ficciones. Ni arte. Ni amor. Ni dolor. ¿Qué haría yo sin el dolor?. Bajo las estrellas, sentí el profundo dolor en mi noche oscura del alma, quise imitar a Jesús en el monte de los olivos, pero inmediatamente la sonrisa de mi felicidad volvió a poner las cosas en su sitio. Me sentí pletórico, extendí los brazos hacia las estrellas del firmamento, como queriendo abrazarlo todo, e inicié el ritual de adoración al cosmos y de celebración a la vida, imité un gesto hindú - el gesto de adoración solar que vi y aprendí en Benarés, a orillas del Ganges, pero esa historia la escribiré otro día...- y eché al vuelo unos cuantos deseos para mí, para los míos y para toda la humanidad.
Al fin, me despedí de la noche y me acurruqué en mi saco de dormir, rodeado de arbustos, algarrobos y helechos, e intenté protegerme de los insectos que merodeaban a mi alrededor. Todo silencio, solo algunos grillos y la luz de las estrellas. Cuando ya casi estaba dormido, vi un objeto que cruzaba el cielo. No era un avión, no tenía el trazo fugaz y perecedero de un meteoro. ¿Un satélite?. ¿Un globo sonda?. ¿Un OVNI?. Y así me dormí en paz.

Desperté con las primeras luces del día. Me lavé un poco, manos y cara, con el rocío de la mañana depositado en las hojas de una higuera. Puse a punto la mochila e inicié el descenso hasta el camino principal. Eran las seis y media. Tenía tiempo de sobra para recorrer poco a poco el camino de vuelta. Anduve un par de kilómetros hasta que vi una senda que bajaba al río. Abajo había cañas y piedra calcárea, hasta la orilla. Por todas partes se alzaban los pinos y reforzaban el aroma matinal mezclado con la fragancia del agua. Me acerqué a la orilla y tomé un poco de agua con las palmas de mis manos para comprobar su estado. Limpia y clara. Tentado estuve de meter la cabeza, pero me conformé con mojarme la cara y lavarme las manos. Estaba tan fresca que me devolvió la más elevada vitalidad. Era un buen momento para desayunar. Saqué de la mochila unas galletas acompañadas de frutos secos, y una botella de agua. Y comí viendo al agua fluir en su eternidad. Nuestras vidas son los ríos... Mi vida quería reflejarse en aguas claras y cristalinas. Me ví a mí mismo formando parte de la belleza, y sentí que mi alma era tan divertida, libre, pura y clara como aquellas aguas. Jamás olvidaré al río Serpis a su paso por L‘Orxa. Quizás, sin darme cuenta, en aquél rincón de la vida había hallado mi destino. Uno de los muchos destinos. Caminé descalzo sobre las rocas, a punto estuve de quitarme toda la ropa y de lanzarme a sus aguas. Por un lado, me entró timidez. Por otro, quise sentir mi cuerpo desnudo fundirse con el agua. Todo quedó en el pensamiento. Y en la vida interior...

El camino de vuelta fue largo y lento. Me limité a disfrutar sin propósitos, pararme en alguna vereda, contemplar los árboles, saludar a las aves. Eran las doce de la mañana y ya había llegado al punto de encuentro. A las cuatro y media de la tarde vendría un coche a recogerme. Me sobraban horas, así que decidí proseguir el viaje y me dirigí hacia la sierra de La Safor, buscando el refugio, una pequeña caseta de piedra situada en la falda de la montaña. El ascenso fue duro. Una carretera empinada conduce hacia el refugio. Cuando llegué, exhausto, me senté en el insignificante merendero y me dediqué a gozar de las vistas. Llovió durante un tiempo, unas pocas gotas. Me comí el último bocadillo, y pasé un buen rato viendo un rastro de hormigas que se afanaba en recoger y almacenar las miguitas de pan que habían caído al suelo. ¡Qué ejemplo de orden y constancia en el trabajo!. Siempre me ha fascinado la civilización de las hormigas, funcionan como una única máquina recogedora dividida en pequeñas piezas autónomas pero interdependientes. Cosas de la naturaleza, la cual no se preocupa precisamente por las inquietudes de mi espíritu.

Alrededor de las cinco de la tarde, yo ya había bajado para esperar el coche que me llevaría de vuelta a casa. Me regocijé durante un rato bebiendo las aguas de La Reprimala, el nombre de la fuente más conocida de Villalonga. Al fin, vino el coche, puse la mochila en el maletero y me reencontré con mi amigo en el interior de este. Me saludó, me miró, y dijo:

- Hay algo diferente en ti
- ¿Diferente? ¿A qué te refieres?- le repliqué yo.
- No sé, tu cara...
- A mi cara lo único que le pasa es que le ha dado mucho el sol y se me ha puesto la piel morena.
Mi amigo titubeó un poco, moviendo la cabeza:
- Ah bueno, puede que sea eso, pero no sé...

Yo tampoco lo sabía, o si lo sabía, lo he sabido desde siempre. El coche arrancó y nos alejamos de allí camino de la carretera. Volví la vista atrás y recordé que había vivido un día entero, con sus luces y sus noches, con mis luces y mis noches, en tierra sagrada.


Sierra de la Safor. Un semicírculo muy peculiar.



José A. Peig

8 de abril de 2007



Onailime
- Podcast de literatura y pensamiento -

http://www.lacoctelera.com/onailime


Guión del programa número 1:


1- Presentación:

Hola, soy Emilio Castillo y tengo 39 años. Os hablo desde Gandía, provincia de Valencia. Este es mi primer podcast.

Hace mucho tiempo soñé con hacer un programa de radio pero las circunstancias de entonces me tiraron para atrás. Hoy gracias a Internet puedo realizar ese sueño sin tener que aceptar contraprestaciones y en total libertad.

Para quien no lo sepa, un podcast es una grabación de audio en diferido que haces en tu ordenador personal y que luego cuelgas en Internet. Esta grabación está a disposición de cualquiera que desee bajársela y escucharla en cualquier lugar; ya sea en su PC, en un Ipod o en el radiocasset del coche. Total libertad para grabar aquello que se te ocurra y total libertad también del oyente para escuchar dicho podcast donde le plazca. La radio a la carta.

Antes que nada quiero rendir un pequeño tributo a los podcast pioneros de la Internet en español. Estos podcasters, avanzadillas de la era digital, son responsables de que finalmente me haya decidido a realizar este programa.

Los enlaces de cada podcast los podéis encontrar en la página web de Onailime:
http://www.lacoctelera.com/onailime, concretamente en el vínculo que apunta a Mis Favoritos Web, la cuenta que tengo en del.icio.us

En la página del podcast también encontraréis los guiones de cada programa.
Paso a comentar los podcast que conozco y me parecen más interesantes.

- El Rincón de Laura (http://www.elrincondelaura.com)

Podcast sobre las aventuras y desventuras de Laura, una chica que le pasan cosas increíbles con su toque, gracia y mala leche.


- Guisando.org (http://www.guisando.org/)

Podcast de recetas de cocina de Guisando.org. Cada semana se comenta paso a paso un menú de dos platos y un truco. La duración está en torno a los 15 minutos y la periodicidad es quincenal.

- Byte (http://www.arroba.com.mx/byte/blog/)

Un podcast de tecnología, GNU/Linux, gadgets, software, bookmarks, electrónica de consumo, cultura digital e Internet en general.
Con David Ochoa y amigos que lo acompañan.

- Punto y Aparte (http://weblog.topopardo.com)

Carlos Fenollosa, de Punto y aparte, habla sobre informática, software libre e Internet. El podcast contiene una mezcla de secciones fijas, como análisis sobre sitios web, resumen de barrapunto.com y software, aderezado con música libre y reflexiones interesantes.
La periodicidad suele ser quincenal y dura unos tres cuartos de hora.

- Podcast China (http://www.todachina.com/)

El primer podcast retransmitido desde China en español.
Toda China tiene la intención de ser el punto de encuentro de todos los hispanohablantes interesados en China. Por fin va a existir un portal así en español, para aprender chino o para lo que sea. Todos estáis invitados a participar en sus múltiples secciones.

Onailime es un podcast de literatura y pensamiento. Siguiendo con la tradición de Escribano, un viejo fanzine que publiqué en el año 2000, pretendo difundir la literatura, los cuentos y la poesía. También haré comentarios personales sobre temas de actualidad.

En principio este podcast tendrá 4 secciones fijas que espero me alcancen para unos 35 minutos de programación. Ahora paso a comentaros cada sección con detalle.

1) Cuentos y leyendas: será el primer apartado, pretendo dar a conocer el rico legado de la literatura universal. Cuentos de todas las épocas y colores, de autor anónimo y también personal.
Escogeré cuentos que no sean muy largos para poder leer en voz alta. Algunas narraciones son originales y sólo se han publicado en el fanzine de Escribano o en su versión digital:
http://escribanoweb.blogspot.com/

2) Opinión y aportaciones personales. Contaré mi punto de vista sobre diversas cuestiones, siempre alrededor de los temas que más me interesan.
He recopilado algunos de los mejores artículos o post que publiqué en mis páginas personales de EscribanoWeb e Improductivo.

También incluiré en esta sección, un apartado sobre mis favoritos web. Las páginas más interesantes que voy descubriendo en mi navegación por la red. Todos estos enlaces recomendados podéis encontrarlos en el vínculo a:
http://del.icio.us/onailime que tenéis en el menú a la derecha del Blog de Onailime

3) El apartado musical que me parece aligera el podcast y sirve de intermedio antes de abordar la última sección.

Aquí tengo que hacer una declaración de intenciones sobre el tema de la música y los derechos de autor.

Voy a utilizar música protegida y de autores conocidos, porque pienso que la difusión cultural de la música, la literatura y el cine son un derecho. Y además me parece que el copyright tal como lo conocemos ha perdido su razón de ser.
Siempre que no haya afán de lucro y se reconozca la autoría de la obra la difusión cultural debe estar permitida. No hay plagio ni aprovechamiento económico, así que no hay más que hablar.

Los escritores digitales animamos la cultura, los autores y los distribuidores deberían agradecernos el esfuerzo que hacemos por difundir sus obras. Y como dice Enrique Edans en su blog RECUERDA que:

* Descargar y compartir música (sin fines de lucro) no es ilegal.
* Poner enlaces a torrents o descargas en eMule no es ilegal.
* Multar a personas por compartir música es ilegal.
* Que un medio, o el representante de turno de X sociedad colectiva de autores diga que cierto acto es ilegal, ¡no lo convierte en tal! infórmate, la ley está para protegerte.

http://edans.blogspot.com/archives/2006_04_01_edans_archive.html

También comparto la opinión de Jorge Cortell cuando dice que : Las leyes de Derecho de Reproducción (es un insulto a la inteligencia enmascararlas tras el término "Propiedad Intelectual") son unas leyes abusivas, lesivas al interés general, y que sólo benefician a los editores, productores, y distribuidores (y a organizaciones como la SGAE), sin aportar soluciones al problema de la falta de impulso creativo (más bien entorpeciéndolo al restringirlo y limitarlo a unos pocos). Jorge destacó que los que más se lucran con el copyright son los distribuidores y los oligopolios mediáticos y argumentó que la mayor ganancia del autor no se produce con la distribución o venta directa de su obra, sino con otros beneficios derivados.

Una vez aclarada mi posición, me gustaría saber cómo veis vosotros el tema de los derechos de autor y si es razonable utilizar música protegida en los podcast. Podéis enviar vuestros comentarios a mi dirección de correo:
milianito@gmail.com

La última sección del podcast está dedicada a la poesía
4) Mis poemas preferidos. Aquí seleccionaré los poemas que más me han impresionado de mis lecturas, y también aquellos que me recomiendan los amigos.

Aquí comienza pues la sección de Cuentos y Leyendas.


2- Cuentos y Leyendas:

La historia del carretero que tenía una mujer astuta

En cierto lugar, vivía un carretero cuya mujer andaba siempre tras los hombres y era objeto de pública reprobación. Como él deseaba cerciorarse, pensó: <<¿De qué modo lo voy a comprobar? Es además cosa que no conviene hacer, ya que en cuestiones de ríos, linajes y monjes magnánimos, más vale no investigar, igual que si se trata de demostrar la mala conducta de las mujeres.>>

<<Un monje gozó a la hija de Matsya, surgida del semen de Vasu; fue engendrado Vyasa, quien poseía las cien virtudes; ¿qué más?, al ordenar pos sí mismo los vedas, fue también el afortunado fundador de la familia de los Kurus; ¡ajajá!, las profesiones puestas en práctica, ofrecen muchas dificultades.>> <<Y lo mismo puedes decir de los linajes; incluso en el de los magnánimos Pandavas, más vale no investigar el origen, porque encontrarás en Kxetrajas. Y los mismo ocurre con las mujeres; porque si se pusiera al descubierto su mala conducta, iban a quedar en evidencia muchísimos pecados. Por tanto: Si el fuego fuese frío, la luna caliente, y el malvado, hombre de bien, entonces podría encontrarse virtud en las mujeres.>>

<<En consecuencia, si es o no virtuosa, lo sé tan sólo por la voz pública. Y se ha dicho: Lo que ni en los vedas ni en los libros se puede ver ni leer, lo conoce el mundo tan bien como lo que hay en el huevo de Brahma.>>

Tras de hacerse estas reflexiones, le dijo a su mujer:
- Amada mía, mañana por la mañana saldré para otra aldea, donde voy a pasar varios días. Prepárame, pues, algo para comer en el camino.

La esposa se sintió contenta al oírle, a causa de los vehementes deseos que la dominaban. Por lo que dejó en seguida todos sus quehaceres para aderezarle un arroz con manteca y azúcar. Pues bien, se ha dicho lo que sigue:
En un día malo, en densa oscuridad, en las calles más estrechas y de difícil paso de cualquier ciudad y durante la ausencia del marido, se encuentra el mayor placer de la mujer lasciva.

A primeras horas de la mañana siguiente, se levantó el carretero y salió de su casa. Ella al comprobar que se había ausentado, se pasó casi toda aquel día afeitándose el cuerpo y la provocativa cara; luego, se fue a la vivienda de unos rateros para decirle a un conocido suyo:
- Mi desalmado esposo se ha marchado a otro pueblo; vente, pues, hoy a mi casa cuando todo el mundo duerma.

Una vez dispuestas a sí las cosas, el carretero, que había pasado el día en un bosque, regresó al anochecer, y, se ocultó debajo de la cama. Entretanto llegó Devadatta, que así se llamaba el amante, y a su vez se echó en la cama. El carretero, al verlo, se llenó de indignación y pensó: <<¿qué hago?, ¿me levanto y le mato, o es mejor descargar luego mi ira sobre ambos cuando duerman? Sí, quiero antes ver lo que ella hace y oír la conversación que con él tiene.>>

Entretanto, su mujer cerró la puerta de la casa y también se subió a la cama. Pero al hacerlo, su pie chocó con la cabeza del marido y en seguida se dijo: <<Seguro que ese malvado carretero se ha ocultado aquí para probarme. Pero voy a salvarme con mi ingenio de mujer.>>
Mientras ella así pensaba, Devadatta no podía contener sus deseos, pero la esposa, uniendo las manos a modo de plegaria, le dijo:

- !Varón de nobles sentimientos, no roces siquiera mi cuerpo, pues soy virtuosa y fiel a mi marido! De otro modo, te echaré una maldición que te reducirá a cenizas.

- Para eso - contestó él - no valía la pena hacerme venir.
- ¡Ah! - le advirtió la esposa - , escucha con atención: Esta mañana he ido al templo de Chandika para ver a la diosa. Allí he oído una voz que desde el aire me decía:
<< - Hija, ¿qué puedo hacer yo? Tú me tienes devoción, pero el destino ha decidido que quedarás viuda dentro de seis meses.

<< Entonces he dicho yo:
- ¡Ah, bienaventurada! del mismo modo que sabes mi desgracia, debes conocer también el remedio. ¿Existe alguno con el que mi esposo pueda vivir cien años?
En seguida la diosa me ha respondido:
- Hija, aunque exista, no existe, pues ese remedio es de tal índole que tú no vas a querer emplearlo.
Al oírlo, he afirmado yo:
- Diosa, aunque exija mi vida, revélamelo que lo haré.

- La diosa, entonces, me dijo:
- Si te acuestas en una misma cama con otro hombre y le das a éste un abrazo, entonces la implacable muerte que acecha y a tu marido se irá con el otro y, en cambio, tu marido vivirá durante doscientos años.

Por este motivo te he llamado. Tú haz lo que hayas pensado hacer, pues lo que me ha revelado la diosa no puede ocurrir de otro modo; tan firme es mi resolución.
El necio del carretero, al oír estas palabras, salió de debajo de la cama con todos los pelos del cuerpo erizados de satisfacción y gritando:
- Bendita seas, mujer pura y leal a tu marido; bendita seas, alegría de tu familia; bendita seas. Yo, con el corazón envenenado de sospechas por la mala lengua de gentes envidiosas y deseando probarte, simulé que me iba a otro pueblo, pero en realidad vine a ocultarme aquí, debajo de la cama. Ven, pues, y dame un abrazo.

Tras decir esto, la estrechó entre sus brazos, se la subió a la espalda y la advirtió a Devadatta:

- ¡Oh, varón de nobles sentimientos!, a causa de mis buenas obras en mi anterior existencia, has venido tú aquí y por tu intervención acabo de conseguir una vida de doscientos años. Dame también un abrazo y sube a mis espaldas.

Con estas palabras, y aunque Devadatta se resistía, lo abrazó a la fuerza y se lo cargó a la espalda; y, brincando a los acordes de un instrumento musical, lo paseó ante las puertas de todas las casa. Por esto yo os digo:

Al necio, aunque se le ofenda en su presencia, le aplacan las palabras conciliadoras, igual que al carretero que llevó sobre su cabeza a su mujer y al amante.


3- Sección musical:

Crazy , en versiones de Patsy Cline y Norah Jones


4- Mis poemas preferidos:

Pablo Neruda, Veinte poemas de amor y una canción desesperada

He seleccionado tres poemas del libro de Pablo Neruda: Veinte poemas de amor y una canción desesperada. Este poemario fue escrito en 1924 cuando el poeta tenía veinte años...


ABEJA BLANCA ZUMBAS...


ABEJA blanca zumbas - ebria de miel - en mi alma
y te tuerces en lentas espirales de humo.

Soy el desesperado, la palabra sin ecos,
el que lo perdió todo y el que todo lo tuvo.

Última amarra, cruje en ti mi ansiedad última.
En mi tierra desierta eres la última rosa.

Ah silenciosa!

Cierra tus ojos profundos. Allí aletea la noche.
Ah desnuda tu cuerpo de estatua temerosa.

Tienes ojos profundos donde la noche alea.
Frescos brazos de flor y regazo de rosa.

Se parecen tus senos a los caracoles blancos.
Ha venido a dormirse en tu vientre una mariposa
de sombra.

Ah silenciosa!

He aquí la soledad de donde estás ausente.
Llueve. El viendo del mar caza errantes gaviotas.

El agua anda descalza por las calles mojadas.
De aquel árbol se quejan, como enfermos las hojas.

Abeja blanca, ausente, aún zumbas en mi alma.
Revives en el tiempo, delgada y silenciosa.

Ah silenciosa!



PARA MI CORAZÓN...


PARA mi corazón basta tu pecho,
para tu libertad bastan mis alas.
Desde mi boca llegará hasta el cielo
lo que estaba dormido sobre tu alma.

Es en ti la ilusión de cada día.
Llegas como el rocío a las corolas.
Socavas el horizonte con tu ausencia.
Eternamente en fuga como la ola.

He dicho que cantabas en el viento
como los pinos y como los mástiles.
Como ellos eres alta y taciturna.
Y entristeces de pronto, como un viaje.

Acogedora como un viejo camino.
Te pueblan ecos y voces nostálgicas.
Yo desperté y a veces emigran y huyen
pájaros que dormían en tu alma.


ME GUSTAS CUANDO CALLAS

ME GUSTAS cuando callas porque estás como ausente,
y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado
y parece que un beso te cerrara la boca.

Como todas las cosas están llenas de mi alma
emerges de las cosas, llena del alma mía.
Mariposa de sueño, te pareces a mi alma,
y te pareces a la palabra melancolía.

Me gustas cuando callas y estás como distante.
Y estás como quejándote, mariposa en arrullo.
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza:
Déjame que me calle con el silencio tuyo.

Déjame que te hable también con tu silencio
claro como una lámpara, simple como un anillo.
Eres como la noche, callada y constelada.
Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.

Me gustas cuando callas porque estás como ausente.
Distante y dolorosa como si hubieras muerto.
Una palabra entonces, una sonrisa bastan.
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.


5- Despedida


Con la sección de poesía doy punto final al primer podcast de Onailime. Un programa de literatura y pensamiento.

Os habló Emilio Castillo desde Gandía, provincia de Valencia.
Nos vemos en el próximo podcast, si gustáis.

Espero vuestros comentarios y sugerencias en la página web:
http://www.lacoctelera.com/onailime

o en mi buzón de correo:
milianito@gmail.com (Emilio Castillo)

Salud y Linux!


30 de noviembre de 2006



Hombres: una crisis de identidad
Documentos TV - Noviembre 2006

He disfrutado con el programa de esta noche.
Es un tema antiguo para mí, siempre me interesó la cuestión del género, los roles sexuales y la diferencia entre hombres y mujeres. Si éramos distintos, por qué razón lo erámos, y qué hacer entonces.

Yo pensaba en la diferencia como algo negativo, me negaba a aceptarla, era una maldición impuesta, un abismo que no podía ser cruzado. Discutía con Teresa, una amiga de entonces, y ella lo tenía muy claro "los hombres sois diferentes" decía. Para mi esa diferencia era inaceptable, me quería convencer de que eran sólo tópicos, máscaras sociales. La clave estaba en una educación separada, los estereotipos antiguos... pero ahora pienso más bien que es una realidad.

Mi compañera, esa mujer que me sonríe cuando le hago bromas, ellas son diferentes.
Por supuesto que también existen los individuos, y que los hombres, mis amigos, tienen su personalidad. Pero hay algo que tenemos en común y que no compartimos con las mujeres.

Ese deseo - apetito sexual - ese gusto por la competición, por la lucha. La preferencia por el pensamiento analítico, un interés acusado por las máquinas. Son unos condicionantes comunes que me llevan a afirmar: Sí, es verdad, los hombres somos diferentes. Y hora además estamos en crisis.

Hemos de partir de esto que somos, de esa educación desigual y limitadora que los dos sexos hemos sufrido para construir una nueva identidad. Los hombres podemos ser gayeteros (Gay y Heteros) sin sentirnos rotos ni fragmentados en nuestro interior.

A lo mejor es necesario que nos juntemos para hablarlo. Reflexionar sobre lo que es ser hombre aquí y ahora.
Es necesario descubrir de una manera positiva y afirmadora nuestra condición masculina. Explorar la masculinidad y cómo podemos vivirla de forma creativa.La condición homosexual es un elemento también a tener en cuenta. Rol, género, preferencia sexual, conceptos que deben discutirse en los grupos de hombres.

A lo mejor también podemos aportar algo al movimiento feminista después de todo.

Asociación de hombres por la igualdad de género - Ahige

6 de octubre de 2006

Recital de Poesía en Gandía
* Casa de Cultura Marqués González de Quirós, sábado 7 de octubre a las 23 h.

El recital poético titulado Saforíssims:6x6 reune a jóvenes promesas con escritores consolidados. Los dúos poéticos estarán formados por:
  • Miquel de Palol y Xènia Dyakonova
  • Marc Granell y Rubén Luzón
  • Biel Mesquida y Núria Martínez
  • Enric Casasses y María Cabrera
  • Jaume Pons y Josep Pedrals
  • Josep Piera y Àngels Gregori
La propia Àngels Gregori destaca de este recital que "se ha reunido a seis poetas de los 70 y seis de la última generación" lo que hace mucho más interesante este recital. El acto poético será presentado por Jordi Llavina y forma parte del Encontre de Joves Escriptors que se está celebrando en Gandía.

Por la mañana se entregaran los premios literarios, Ausías March de poesía y Joan Martorell de narrativa. Para cerrar esta semana de fiesta literaria en Gandía, el domingo 8 de octubre está prevista la actuación de Lluís Llach a las 22:30 horas. El cantautor catalán pondrá en escena su último trabajo "I punt". Las entradas para el concierto pueden adquirirse en el Teatre Serrano

13 de septiembre de 2006


* Ceràmiques de Empar Faus en Benirredrà

Inauguración: Viernes 15 de Septiembre a las 19:30 horas.
Ayuntamiento de Benirredrà. Visitas hasta el 30 de Septiembre.

Podéis visitar su página web en http://www.lacoctelera.com/caholin

30 de agosto de 2006

Shyamalan y la fe de los soñadores
* José A. Peig




Advertencia: no leas este post si todavía no has visto la película. Y recomiendo efusivamente, cuanto antes, su visionado

M. Night Shyamalan se desnuda para mostrarnos sus fantasías y su cobardía intelectual en éste nuevo cuento de hadas, el más directo y sincero de cuantos ha filmado hasta la fecha.

Y ésta vez no hay trampa. No es un truco efectista para desconcertar al espectador en el momento en que la historia da el giro deslumbrante que nos adentra en un tejido de metáforas y reflexiones filosóficas, antropológicas y sociológicas, como en el caso de “El bosque”. Tras los títulos del inicio, se nos muestra que entramos en el reino del mito y el encantamiento, no dejando al espectador otra opción que la de arrullarse en la butaca como un niño inocente dispuesto a creerse el cuento de hadas, emulando una de las escenas en las que el genial Paul Giamatti se esfuerza por transfigurar su pose nerviosa e insegura en la viva imagen de un niño de cuna ante la presencia de la narradora. Y ésa es la única forma de disfrutar la película.

Todo parte del mito de la ninfa de las aguas, criaturas del otro mundo que velaban por la inspiración de la humanidad hasta que ésta se torció, vinieron las guerras, las desigualdades y las luchas entre clases sociales. El mundo, en suma, perdió su comunicación con la magia y el encantamiento, con la inocencia...y los hombres ya no sabían escuchar la sabiduría que brotaba desde las profundidades. Es como el mito de aquella época dorada en que la humanidad vivía en armonía consigo misma y con los elementos de la naturaleza. Se perdió, por tanto, la trascendencia. La cámara de Shyamalan nos introduce en el mundo real y actual partiendo de un oscuro rincón sobre el que se abalanza el señor Cleveland, el protagonista de la historia, para terminar con la vida de un bicho que atemoriza a los residentes.

Cleveland es el regente de un bloque de apartamentos, tartamudo, algo aséptico y desorientado, vive entre su soledad y los quehaceres con sus inquilinos, todos ellos con algún “tic” de personalidad: un muchacho que quiere ser especial aumentando la masa musculosa de sólo una mitad de su cuerpo, un crítico de cine inexpresivo y pedante, un viejo mudo que pasa el tiempo viendo la televisión sentado en el sofá, un grupo de jipis, una escritora retirada y un ensayista con grandes pretensiones. Todos tienen pretensiones de ser algo especial, no lo saben pero están a punto de embarcarse en una misión para salvar a la humanidad. Son la síntesis de un mundo rutinario, un micro universo de seres y pareceres que aletean alrededor de un punto central azul: la piscina, el punto omega desde el que surgirá lo extraordinario, el hada con rostro de muñeca de porcelana que vendrá a dar sentido a las vidas de todos ellos. ¿Quién puede dudar de que ésta es una historia sobre cómo la rutina y el desencanto de la vida cotidiana se van deshaciendo con un progresivo acto de fe en un cuento de viejas sobre criaturas marinas que vienen al mundo para redimirlo y restablecer la armonía, ésa quimera de la conciencia colectiva, el creer que antes todo fue idílico y que si dejó de serlo fue por un propósito y siguiendo las pautas de un plan universal que nos guiará a todos hacia un nuevo mundo? . Es Dios y la fe lo que Shyamalan intenta diseccionar a pulso de fantasía y micro drama costumbrista, recogiendo el estado actual de miedo frente a un mundo convulso.

No en balde, son reiterativas las ocasiones en las que se nos muestra el televisor encendido en los hogares de los residentes del bloque de apartamentos - que casi se constituye en único escenario de la narración -, constantemente emitiendo las imágenes de la guerra de Irak. En otro momento, uno de los protagonistas, dice sin tapujos algo así: “la originalidad es algo inexistente en el mundo de hoy”. Y, claro, Shyamalan se frota las manos haciendo su peliculón, un derroche de megalomanía muy cargado de pretensiones. Nada nuevo, por otra parte, viniendo del autor de “Señales” y “El bosque“.

Según va avanzando la historia, la magia va cobrando forma real y palpable, al menos en la mente de Cleveland y del grupo de soñadores que andan en busca de fe en algo que de un sentido trascendental a sus vidas. Uno de ellos tiene la verdadera voz cantante, un escritor de ensayos de índole político-sociológico el cual, según la visión del hada de las aguas, ha escrito un libro que en manos de un futuro líder (un predicador para una nueva era, vaya) impulsará un cambio de proporciones planetarias, el retorno a la época dorada. Hay un profeta, un grupo de hermanos, un guardián que doblegará a las criaturas malignas que amenazan a la vida del hada. Cleveland se deja seducir por el sueño y busca una correspondencia en el mundo real para todos los elementos iconográficos de lo que no debía ser más que una ficción para niños de cuna. Necesita la existencia de tal correspondencia para hacer posible la salvación del hada y para que la redención de la humanidad inicie su primer ciclo. Todo es un acto de fe. Así suele suceder, probablemente, siempre que un ser humano se embarca en pos de un sueño.

Y éste es, según mi sensibilidad, el aspecto más desgarrador de la película: late un profundo desasosiego ante la realidad de un mundo a las puertas del apocalipsis. Mejor dicho, late un desgarrador temor ante la posibilidad de que todo sea una fantasía para escapar de la cruda realidad. Hay, en consecuencia, una desesperación por creer en la magia, en los dioses, en los seres superiores, en los designios del universo planificado por “energías” y “fuerzas” sobre las que nos gusta pensar que no entendemos, pero que, de algún modo, y todo sea por mantener la esperanza, deberían existir. No porque venga de la mano de la razón y la lógica, sino simplemente porque necesitamos creer. Es patológico buscar “señales” en un crucigrama de una revista semanal o en la visión de las cajas de cereales en el estante de la cocina. Puede ser excesivo, pero el cineasta hindú nos lo muestra sin tapujos y se deja enternecer en la maravillosa secuencia en la que Cleveland y los suyos rodean a la desvalida joven del agua, entre el escepticismo y la esperanza, mientras Cleveland la abraza entre lágrimas de dolor. La única esperanza a su dolor es la fe en la resurrección de la chica (¿a qué me suena esto?). Es la señal que él necesita...


Definitivamente, M. Night Shyamalan está loco, por su descaro y desparpajo. Un aplauso por su atrevida creatividad, pero algo chirría en éste tinglado antropológico-religioso-místico (¡toma ya!) que se trae entre manos. Debo decir que “La joven del agua”, a primera vista, me ha gustado menos que “Señales” y “El bosque”. Aquellas dos guardaban un buen equilibrio entre la pretensión de entretener y la de hacer pensar al espectador. En ésta predominan, quizá demasiado, las pretensiones filosóficas y demás, haciendo que resulte menos lúdica que sus obras precedentes (de “El protegido” no hablo porque todavía no la he visto). Sí ,me encantan la multitud de mensajes subliminales que subyacen durante casi todo el metraje, me encanta que Shyamalan sea un cineasta místico, pero también me quedo con la impresión del exceso de palabrería y de, tal vez, haber echado de menos un poco más de lirismo y misterio alrededor de la joven protagonista, lo que se dice profundizar más en su perfíl de ser mitológico pero sin caer en demasiados hermetismos.

Lo más peligroso y discutible de todo es la cobardía intelectual del discurso: todo está en manos de la fe en seres y cosas sobrenaturales. Shyamalan no soporta la realidad y quiere que el mundo alcance el bien mediante la intervención de la magia, del pensamiento supersticioso y demás entelequías de la New Age que han pasado a formar parte de la cultura de masas como una reacción frente al caos y la pérdida de valores post-moderna. Mientras que en “El bosque” nos hablaba de afrontar la realidad, descabezando mitos y enfrentándose a la civilización con la esperanza puesta en la bondad del ser humano, aquí todo está en manos de esperanzas fantasiosas. Por ello, y no obstante, éste sí es un cuento de hadas puro y duro, y como tal hay que valorarlo.


A su favor debo resaltar que, como comentaba al principio, aquí no hay trampa ni giro dramático inesperado que haga chirriar la trama, ya desde el inicio sabes que vas a entrar en un mundo de fantasía con la finalidad de poner a prueba la fe de los protagonistas de carne y hueso. Por otra parte, la película pretende ser tierna y sensible, y de hecho lo logra sin caer nunca en la cursilería. La brillantez narrativa de Shyamalan sigue vigente y demuestra que, a pesar de estar tejiendo historietas que, por sí mismas, son un despropósito porque sólo él se las cree, sabe moverse en ese terreno abonado con sus propios temores y fantasías.

“La joven del agua “ es la menos comercial de sus películas, y por eso será -está siendo ya - duramente vapuleada tanto por el público y la crítica. Se le buscarán todas las incongruencias posibles y dirán que el argumento no se sostiene, olvidando que aquí de lo que se trata - como de forma más o menos subliminal nos lo dice el propio Shyamalan en la escena en la que Cleveland se ve obligado a rezongarse y sonreir con el candor de un niño si quiere seguir escuchando y sacar provecho del cuento - es de sentarse en la butaca y “babear” viendo el cuento.

Por algo es el cineasta más incomprendido de la actualidad...

5 de agosto de 2006

KOSMOS, MUERTE Y VIDA (DE LA MANO DE JESÚS MOSTERÍN)

La vida es un estado excepcional de desequilibrio termodinámico, de separación de la corriente principal de la realidad. La muerte es la vuelta al equilibrio, a la normalidad. La individualidad del ser vivo se construye sobre el desequilibrio con el entorno, es difícil de mantener, improbable y frágil. La muerte es el colapso de la individualidad, el retorno a la unidad, al equilibrio, al origen, al estado de indistinción previo a la existencia. Los seres vivos somos espuma efímera y olas fugaces del profundo océano de la realidad.

La muerte es la pérdida de la individualidad y el retorno a los flujos universales de la materia y la energía, la fusión con el entorno y con el resto del universo. Tras la muerte ya no somos nosotros, pues nos hemos hecho uno con el universo. En cierto sentido, subsistimos, pero no como nosotros, sino como el todo, como el universo, como lo que el pensamiento indio clásico llamaba Brahman.


La naturaleza humana, Jesús Mosterín. Ed. Gran Austral.


La muerte continúa siendo una asignatura pendiente para todo el corpus de sabidurías del mundo occidental, obsesionado con el progreso material y el conocimiento de las estructuras más superficiales de la materia, con todo aquello que pueda tener un fin práctico. Se suele decir que la ciencia moderna sólo tiene sentido ubicándola dentro del marco de un sistema productivo. Conocer la materia para manipularla y hacer uso de ella, desde crear un mueble más consistente o cómodo hasta la fabricación de los más avanzados ordenadores. Pero ¿qué hay de la hermenéutica y de la filosofía, de la interpretación profunda del mundo y de la creación de una visión del ser humano en comunión con el universo?.

El citado párrafo, escrito por Don Jesús Mosterín, es un pequeño rayo de luz, una base a partir de la cual se puede ir trabajando. La vida tiene un sentido y la muerte forma parte de la vida. El cosmos es un todo que se autodestruye y se autoregenera, y ése es el ritmo de su existencia. Todos los seres vivos bailamos con la misma música, somos cosmos y de eso sí que no se libra nadie. Vida, muerte, regeneración, vida, muerte, regeneración. El ciclo de los mundos parece infinito, nada muere en realidad, sino que se transforma, se regenera, se convierte en otra cosa. El conocimiento científico nos acerca a esa verdad maravillosa, sin necesidad de vanas creencias en un “más allá” que nos sirva de consuelo. Sin embargo, algo todavía está fallando, pues el humán no encuentra un sentido universal a su limitada existencia temporal.

Se acusa a las religiones tradicionales de fundamentalistas e involucionistas, entorpecedoras del proceso de conocimiento, pero éstas ofrecen un sentido global que puede ser compartido por una comunidad de creyentes. Tal sentido, como todos sabemos, no procede del conocimiento, sino de la creencia y el dogma, pero, hasta que la ciencia, en connivencia con la filosofía y la educación, no logre articular un discurso explicativo sobre la ubicación del ser humano en el mundo, una explicación en la que éste encuentre regocijo y significado, la mera supresión de los dogmas y las creencias religiosas no hará más que dejar un vacío que acentuará la desorientación y la desesperación de la humanidad.

Y sin embargo, la muerte sigue siendo un tabú y se la considera como algo ajeno a la vida, cuando en realidad la muerte es el clímax de ese baile cósmico, la última gran aventura, lo que de verdad le da sentido a todo. La vida es excepcional, una separación de las corrientes habituales del cosmos, un desequilibrio improbable que, con todo, ha tenido lugar, y eso la convierte en milagrosa. La muerte es el retorno al origen, a la normalidad del cosmos. ¿No es maravilloso?. ¿Porqué tenemos que pensar en la muerte como algo terrible, si al fin y al cabo es el retorno al hogar, al cosmos en su estado habitual?. El retorno a nuestro verdadero origen, en definitiva.

La respuesta es obvia: porque, según parece, y hasta que el conocimiento filosófico o científico demuestren lo contrario, ése retorno al origen exige pagar un precio. El precio de perder la conciencia individual, de dejar de ser un ego concreto. Ciertamente, es un temor razonable: ¿para qué sirve saber que hay continuidad después de la muerte si en esa continuidad no cabe el ego?. Yo, José A. Peig, cuando muera, seré parte del todo, pero ya no seré José A. Peig, sino una conciencia de todo. Para la mayoría de la gente, disfrutar de una vida inmortal dejando de ser una conciencia individual no tiene sentido. Por eso, lo que la ciencia ha sido capaz de explicar a día de hoy sobre la posición del humán como parte de un todo, no sirve para crear ese sentido universal que destronaría para siempre al poder del temor a la muerte, el gran temor que ha esclavizado a la humanidad desde tiempos inmemoriales.

Cuando la ciencia, de la mano del conocimiento empírico y de la adecuada interpretación de la relación entre el hombre y el universo, sea capaz de explicar el hecho de la muerte de manera que ésta sea entendida como un elemento clave y sustancial en la existencia global, entonces la humanidad dará un paso de gigante hacia la verdadera libertad. Ése es un punto trascendental. La muerte debería ser una asignatura obligatoria en los colegios de primaria, en los institutos, en la televisión, como aprendizaje para la vida.

Y por último, ahondando en el enigma, si después de la muerte hay algún tipo de continuidad en la que formamos parte de la conciencia del todo, ¿en qué consiste esa percepción del todo?. ¿Cómo se disfruta el todo viéndose a sí mismo como un todo y por toda la eternidad? Imposible siquiera imaginarlo, porque sólo conocemos (en nuestra actual existencia de unidades individuales) el estado de conciencia individual. Más allá está Brahman y su misterio.

Y terminamos con estas palabras de Jesús Mosterín, para poner su acertada rúbrica final:

Dando rienda suelta a nuestra curiosidad, indagando las criaturas que nos rodean y los astros lejanos, escrutando el universo, encendemos en este planeta el fuego de la conciencia cósmica. Cuando en febrero de 1987 llegó a la tierra la primera luz procedente de la supernova que había explotado 163.000años antes en la gran nube de Magallanes, rápidamente trasmitió la noticia y todos los observatorios del hemisferio sur apuntaron en ésa dirección. Quizá en ese momento el universo- a través de nosotros- se dio cuenta de que había sufrido tal explosión. O quizá ya se había enterado antes, a través de otra conciencia que habitase un planeta más próximo a la supernova.

El universo es el máximo individuo, la entidad omniabarcadora; es lo más grande con lo que podemos identificarnos y en lo que podemos intencionalmente integrarnos. El Universo es todo, es el todo y, en la medida en que la palabra Dios tenga un sentido no supersticioso, el Universo es Dios. El Universo con el que nos identificamos y al que cada vez conocemos mejor a través de nuestra ciencia, nos abarca, nos incluye, nos sostiene, nos llena de admiración, reverencia y fervor. Lo que sentimos ante el Universo es un sentimiento panteísta, que es el único tipo de religiosidad compatible con la racionalidad y con la ciencia.

La ciencia sin mística corre el riesgo de quedarse en mera gimnasia metodológica. La mística sin ciencia fácilmente degenera en autoengaño y superstición. Solo la jugosa conjunción del conocimiento científico con el sentimiento místico nos permite aspirar a alcanzar aquel estado de exaltación lúcida y plenitud vital en que consiste la comunión con el Universo. Sintonizar con el Universo, sentarnos en el trono de Dios, acompasar el pálpito de nuestro corazón a un latido divino, ¿qué más se puede pedir?.


* José A. Peig
EL MAR Y LA GUERRA
* José A. Peig

Las guerras son siempre malas, pero a veces pueden ser legítimas o inevitables. A un joven ingenuo como yo no se le escapa el hecho de que la guerra puede ser motor de cambios, revoluciones, defensa de la dignidad, la libertad y la autodeterminación de ideas, pueblos y razas. Soy hombre del Kosmos, pero también vago por los subterráneos del devenir histórico, de la sangre de las estirpes, los clanes y las sectas ideológicas (todas las ideologías son sectarias). Es decir, que yo sé que si los hombres han provocado muertes con el uso de la violencia no ha sido exclusivamente por un mero capricho alimentado desde los rugidos ancestrales que todavía bullen en los genes de la sangre, la rabia y los rugidos de la bestia desde la cual hemos evolucionado a lo largo de muchas eras.

Existen motivos que radican en lo simbólico, en los ideales o en la necesidad de diferenciarse, tener un territorio para no ser un desarraigado, defender unas ideas que otros desprecian con el poder de las armas o con el simple y llano insulto. El ser humano mata porque tiene miedo y necesita hacerse un lugar en el mundo: ésta es mi tierra, ésta es mi ideología, éste es mi dios, éste soy yo. Si amas a mi dios, y a mi tierra, y respetas y comprendes mi ideología, me estas amando a mi. Si no lo haces, te declaro la guerra, si no comprendes lo que yo amo, nada de lo que soy le será útil al mundo, por eso odio lo que eres y a los que son como tu

Leí la noticia de la nueva carnicería del ejército de Israel en el Líbano, con cincuenta civiles muertos, una treintena de ellos eran niños inocentes. La guerra de oriente medio es una guerra que no tiene fin ni origen, ya nadie sabe a ciencia cierta quién empezó la tangana como tampoco nadie acierta a dar con una solución real. Con el tiempo y las generaciones, sólo quedan siglos y siglos de odio trasmitido de padres a hijos, con el adoctrinamiento y la sangre, la sangre digo, pues no me cabe duda que tanto odio acumulado durante tantas generaciones, termina por incrustarse en los genes, y ese pulso del odio va perpetuándose sostenido en las mismísimas estructuras biológicas.

Ahora, el odio hacia Israel ya es imparable, tanto en el mundo occidental como en los países islámicos. Pero ahora más que nunca se necesita de una reflexión fría, de poner a todos los actores de la batalla en su justa medida, comprendiendo y compartiendo los problemas y las cosmovisiones de todas las partes implicadas. Dejarse llevar por el odio hacia los verdugos de turno no conduce a ningún sitio. Lo del gobierno de Israel es terrorismo de estado (con todo lo que ello supone), así como lo de Palestina es el terrorismo de las minorías, de los que no tienen otra forma de defenderse frente a estados omnipotentes que tienen la legalidad y el derecho de su parte. Yo, hoy, soy israelí, soy palestino, soy libanés, soy sirio y soy iraní. A nadie le gusta hacer la guerra, pero cuando hay siglos de incomprensión, de dolor, de traiciones, de saqueos y, sobretodo, de ofensas, los seres humanos que forman parte de un colectivo cultural, compartiendo la fe en un dios, la necesidad de tener un destino y una tierra sobre la que edificar un arraigo, una familia, unas costumbres...Como dije antes, algo tan sencillo y humano como tener un lugar en el mundo, donde ser tú mismo, con los tuyos (la identidad colectiva de la que formas parte), y teniendo la seguridad de que tus vecinos, aunque tengan mejores armas que tú y unas creencias distintas a las tuyas, van a respetarte, amarte y comprenderte incluso en tu diferencia respecto a ellos.

Utopía...

El mar mediterráneo me une, todavía más, con aquellos pueblos de oriente, hoy ensangrentados sin remisión, y amenazando con una conflagración que puede acabar teniendo ecos de alcance mundial. Es curioso comprobar que la mayoría de las profecías que han ido publicándose en los últimos años señalaban al año 2006 como el del inicio de la debacle en oriente medio, precedida por la muerte de Arafat, tal y como anunció Michael Drosnin en su famoso best-seller sobre el supuesto "código secreto de la Biblia". Ni soy catastrofista ni creo que el futuro esté escrito en parte alguna, pero me llama la atención la precisión de algunos de estos pronósticos. Y lo digo porque hoy, al ver las fotografías de esos niños asesinados, he sentido un odio y un asco inmensos.
Y todo ese dolor y ese resentimiento, para un padre que ha perdido a su hijo, para un musulmán que contempla cómo estan expoliando y asesinando a los suyos, no se cura ni en semanas, ni en diez años, ni en diez milenios. Y el pulso del odio impone la venganza y la autodefensa irracional. Por tanto, nunca se me hizo tan plausible la idea de que caminamos hacia una destrucción total, aunque espero que no sea irreversible y los que logremos sobrevivir a la barbarie podamos levantar un nuevo mundo aprendiendo de los errores de la vieja civilización, sin más dioses que los que brotan del amor a las cosas del mundo, viviendo en paz con nuestras diferencias, tanto individuales como colectivas.

El mismo mar mediterráneo que ahora contemplo, el que me enseñó la ternura, la magia de la vida, el arte de la comprensión y la alegría de mis pasos en cada atardecer, es el mismo mar que baña las tierras de Israel y el Líbano, las tierras del odio, de la incomprensión y la miseria humanas. A este lado de la orilla, reina mi paz. Allá en el horizonte oriental, se desencadena un infierno. El mediterráneo, en todo caso, es lo que nos queda y nos une.