22 de mayo de 2005

Educación para aprender a vivir
por José Antonio Marina


El modelo educativo que propongo se basa en una teoría de los recursos. Nuestros hijos van a vivir en un mundo que desconocemos, y necesitamos dotarles de los medios necesarios para que salgan adelante. Unos recursos son personales -las capacidades que tiene el niño- y otros son externos - una situación acomodada, un buen sistema educativo, un mundo en paz, justo, políticamente estable y seguro, por ejemplo, lo que llamaré capital social. En resumen: se trata de conseguir que cada niño disfrute de un buen capital personal y de un buen capital social. Esa sería nuestra mejor herencia.

Como educador, yo en cambio tengo que ser beligerante. No es una pretensión tan rara. La fisiología estudia la salud y la enfermedad, pero la medicina tiene como meta clara la salud. Dentro de las posibilidades humanas está la autodestrucción, la crueldad, la degradación, caminos sin salida que sólo me interesa estudiar para evitarlos. No quiero averiguar las mil y una maneras de ser desgraciado, sino el modo de desarrollar los recursos necesarios para ser felices. Lo que llamamos educar es, precisamente, cultivar los recursos.

El niño es, ante todo, un organismo que crece, interactúa con el entorno, produce ocurrencias mentales, y realiza actividades. Este proceso se da en todos los niños de una manera análoga. El bebé mama, sonríe, llora, duerme, comienza a gatear, teme a los extraños, vocaliza, intenta andar, quiere independizarse, es curioso, le gusta jugar. Estos acontecimientos siempre suceden, más o menos, a la misma edad en todos los niños. Nacen con unas capacidades y van desarrollando otras. Tienen admirables sistemas para captar información, evaluarla, y producir respuestas. Por usar un lenguaje actual, podemos decir que nacen "programados" para muchas cosas.

Fijémonos en las respuestas que da a lo que le sucede. Algunas son motoras: el niño se mueve, busca el pecho, succiona. Otras son expresivas: sonríe si está a gusto o llora si experimenta algún malestar. Otras son mentales: se siente bien o mal, es consciente de muchas cosas, y se le ocurren otras: deseos, imágenes, actividades. Alrededor de los doce meses, por ejemplo, comienza a hablar. Venía preparado para hacerlo y, con la ayuda de su entorno, lo consigue.


Este dinamismo básico, incluye una memoria que asimila la experiencia. Decimos con frecuencia y con razón: Parecen esponjas. Simplificando mucho, podríamos decir que somos "biología y memoria", que es una manera muy elemental de decir que somos "naturaleza y cultura". Los niños nacen con una serie definida de características personales, que se van desarrollando, amortiguando, esculpiendo, cargando con los contenidos de la experiencia. Asimilan sin parar alimentos e información.

Educar es ayudar a que el niño desarrolle sus capacidades, construya adecuadamente su memoria, produzca buenas ocurrencias, y se comporte adecuadamente. Voy a comentar cada una de estas dimensiones.

:: Capacidades: percibir, recordar, relacionar, anticipar, comprender, hablar, razonar, adquirir habilidades motoras, desarrollar buenos estilos afectivos.

:: Construir adecuadamente su memoria significa asimilar los conocimientos, valores y destrezas convenientes.
Está claro que esto no depende sólo del niño, sino del entorno que le rodea, que se convierte así en educador de su memoria. Todo lo que aprendemos -la tabla de multiplicar, jugar al tenis o confiar en las personas- lo hacemos gracias a la memoria, que nos permite aprovechar las grandes creaciones de la historia: el lenguaje, la ciencia, la experiencia.

:: Ocurrencias son todas aquellas ideas, deseos, sentimientos, proyectos, palabras, recuerdos, imágenes, que aparecen en nuestra consciencia. A veces podemos suscitarlas, pero otras se nos imponen. Nos sentimos deprimidos, cansados, enamorados. Se nos ocurren muchas cosas o, por el contrario, nos quedamos bloqueados. A veces no podemos quitarnos una cosa de la cabeza, las preocupaciones vuelven aunque no queramos. Unas personas son alegres y otras tristes, unas optimistas y otras pesimistas. Al hablar de "buenas ocurrencias" me refiero a ocurrencias inteligentes, adaptativas, felices, animosas, brillantes, adecuadas a la situación. Esto no quiere decir que debamos vivir en un limbo sonriente.
La tristeza, la indignación, la culpa, la vergüenza pueden ser sentimientos convenientes, si nos permiten adaptarnos correctamente a la situación. Comienzan a ser perturbadores si son desmesurados o irracionales.

:: Comportamiento. Las ocurrencias nos incitan a veces a la acción, pero pronto aprendemos que no podemos seguirlas todas. Algunas son perjudiciales para otras personas o nos dañan a nosotros mismos. La acción es la expresión más completa de la inteligencia. Podemos pensar muy bien y actuar muy mal, y una persona considerada muy inteligente puede comportarse de forma estúpida, con lo que su inteligencia queda forzosamente en tela de juicio. Un gran matemático puede ser, al mismo tiempo, una persona poco inteligente en su forma de vivir.

JOSÉ ANTONIO MARINA
Filósofo, ensayista y pedagogo
Educación para aprender a vivir
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© José Antonio Marina
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