14 de enero de 2005

El campesino y el biólogo


En un tren se encuentran sentados, uno frente a otro, un afamado biólogo, premiado internacionalmente, y un casi analfabeto campesino del lugar. El primero, con un impecable y formal traje gris oscuro; el otro, con unos gastados pero limpios calzones de campo. Rodeado de libros, el científico. Con un pequeño hatillo de ropa, el lugareño.

  • ¿Va a leer todos esos libros en este viaje? - pregunta el campesino.

  • No, pero jamás viajo sin ellos – contesta el biólogo.

  • ¿Y cuándo los va a leer?

  • Ya los he leído... Y más de una vez.

  • ¿Y no se acuerda?

  • Me acuerdo de éstos y de muchos más...

  • Qué barbaridad... ¿Y de qué tratan los libros?

  • De animales...

  • Qué suerte deben tener sus vecinos, tener un veterinario cerca...

  • NO soy veterinario, soy biólogo.

  • ¡Ahhhh...! ¿Y para qué sirve todo lo que sabe si no cura a los animales?

  • Para saber más y más... Para saber más que nadie.

  • ¿Y eso para qué le sirve?

  • Mira... Déjame que te lo muestre y, de paso, quizá, haga un poco más productivo este viaje. Supongamos que tú y yo hacemos una apuesta. Supongamos que por cada pregunta que yo te haga sobre animales y tú no sepas contestar, me dieras, digamos, un euro. Y supongamos que por cada pregunta que tú me hagas y sea yo el que no sabe contestar, te diera cien euros... A pesar de lo desigual de la retribución económmica, mi saber inclinaría la balanza a mi favor y al final del viaje yo habría ganado un poco de dinero.

El campesino piensa y piensa... Hace cuentas mentalmente ayudándose con los dedos.

Finalmente, dice:

  • ¿Está seguro?

  • Convencido – contesta el biólogo.

El hombre de los calzones mete la mano en su bolsillo y busca una moneda de un euro (el campesino nunca apuesta si no tiene con qué pagar).

  • ¿Yo primero? - dice el campesino.

  • Adelante – contesta, confiado, el biólogo.

  • ¿Sobre animales?

  • Sobre animales...

  • A ver... ¿Cuál es el animal que tiene plumas, no pone huevos, al nacer tiene dos cabezas, se alimenta exclusivamente de hojas verdes y muere cuando le cortan la cola?

  • ¿Cómo? - pregunta el científico.

  • Digo que cuál es el nombre del bicho que tiene plumas, no pone huevos, nace con dos cabezas, come hojas verdes y muere si le cortan la cola.

El científico se sorprende y hace un gesto de reflexión. En silencio, enseguida se pone a buscar en su memoria la respuesta correcta. Pasan los minutos. Entoncces se atreve a preguntar:

  • ¿Puedo usar mis libros?

  • ¡Claro! - contesta el campesino.

El hombre de ciencia empieza a abrir varios volúmenes sobre el asiennto, busca en los índices, mira las ilustraciones saca un papel y toma algunos apuntes. Luego bajo del porta equipajes una maleta enorme y saca de ella tres gruesos y pesados libros que también consulta.

Pasan un par de horas y el biólogo sigue revisando páginas y mirando y musitando mientras apunta extraños gráficos en su libreta.

El altavoz anuncia finalmente que el tren está entrando en la estación de destino. El biólogo acelera su búsquea, transpirando y respirando un poco agitado; pero no tiene éxito. Cuando el tren aminora la marcha, el científico mete la mano en el bolsillo y saca un flamante billete de cien euros y se lo entrega al campesino diciéndole:

  • Uste ha ganado... Sírvase.

El campesiono se pone de pie y, agarrando el billete, lo mira contento y lo guarda en su bolsillo.

  • Muchas gracias – le dice. Y tomando su hatillo, se dispone a partir.

  • -Espere, espere – lo detiene el biólogo - , ¿Cuál es ese animal?

  • Ahh... Yo tampoco lo sé... -dice el campesion. Y, metiendo la mano en el bolsillo, saca la moneda de un euro y se la da al científico diciendo:

  • Aquí tiene un euro. Ha sido un placer conocerlo señor...

SHINRITI
Jorge Bucay

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